Las calles ya estaban engalanadas desde hace al menos una semana. Toda una ciudad entera se preparaba para, el que puede ser, uno de los acontecimientos más importantes del año. No por la repercusión. Tampoco por su singularidad, ya que, afortunadamente, se celebra en muchos puntos del globo. Pero sí por su simbolismo y los valores que desprende.
Hoy se ha celebrado en pleno downtown de Vancouver el 40 aniversario del desfile del orgullo (Pride parade en inglés). Un día de celebración, de reivindicación y de empatía. Sonrisas, música, bailes, disfraces y, sobre todo, mucho color (también calor), para celebrar todo aquello que ya se ha conseguido, para reivindicar unos derechos que no en todos los países se respetan (como en Irán, muy presente en el desfile de hoy) y para empatizar con todas aquellas personas que fueron tomadas como enfermos mentales, endemoniados o invertidos. Esas personas que, en definitiva, sufrieron y sufren por ser como son, sin más.
Lo que hoy se ha visto por aquí era lo esperado. Como ya comenté en las primeras impresiones de Canadá, Vancouver es una ciudad inmersa en el respeto y ello ha llevado a toda la gente a salir a la calle, a gritar, a cantar, a bailar, a sonreír. Policías, bomberos, médicos, la televisión local, la biblioteca pública de Vancouver… todos llevaban sus propias carrozas en el desfile. ¡Y no eran los únicos! Algunas escuelas también se querían unir a la fiesta, combatiendo hoy también el problema del bullying. ¡Pero esperad! En medio de decenas de cámaras y flashes también aparecía Justin Trudeau, el primer ministro canadiense, este sin carroza. Siguiéndole muy de cerca llegaban los nativos americanos marchando al ritmo de sus tambores, impresionante.




Todo ha sido alegría, diversión y fiesta en el día de hoy, algo que se podría contraponer a la palabra reivindicación, pero ¿quién dijo que las reivindicaciones tuvieran que ser serias? Con música, alegría y muchísimos y diferentes colores todo es más bonito, más llamativo, y por qué no, más reivindicativo. Al final, es una forma diferente de hacer las cosas pero con el mismo producto, la lucha por los derechos de la gente.


Personalmente, nunca había presenciado este tipo de desfiles. No porque no haya tenido la oportunidad, ya que en Valencia se celebra cada año, sino porque nunca me lo había planteado. Pero viajar también tiene estas cosas. Aprovechas el tiempo y no quieres perder la oportunidad de ver algo «nuevo». Además, lejos de casa todo parece más alucinante
Aquí van algunas fotos más del día y una última frase un tanto enrevesada de Arnau Griso: Quien no entienda que el sexo no entiende de sexos no entiende el sexo.
PD: Muchas de las fotos fueron tomadas por Mercedes Ferrer. Más imágenes tan molonas en su instagram @theblackandwhiteroom





